viernes, 4 de enero de 2008

Chayito según MAM

Ya Somos Todo Aquello… Varios lectores me han pedido una opinión sobre las columnas políticas y sobre el periodismo que se practica en Puebla.

Me permito reproducir las respuestas que le di a Zeus Munive en una entrevista para la revista 360 grados, que dirigen Alejandro Rodríguez y el propio Zeus.

—¿Llegaste (al periodismo) con un sentimiento antigubernamental? –me preguntó Munive.

Esto fue lo que respondí:

Antipoder sobre todo. Lo sigo teniendo. No se trata del PRI del PAN o PRD. Se trata de escribir contra el poder, porque es parte de la naturaleza del crítico. El crítico que no escribe en contra del poder es un crítico desposeído del sentido vital de la crítica. No concibo a un crítico complaciente con el poder. Si lo hace no es crítico. El crítico necesariamente debe estar contra el poder. No creo en los periodistas que le son cómodos al poder. Los hay pero no son periodistas. Son sillones para que el poderoso se siente. Son camas para que el poderoso haga el amor encima de ellas, pero no son periodistas. Son tapetes que están para que el poder los pise. A lo mejor son tapetes muy bonitos o muy elegantes, pero no son periodistas. Son tapetes. El periodista que olvida su sentido crítico al poder está perdido. (…) Lo malo es que a veces se nos olvida.

—¿A ti se te ha olvidado?

“—Bueno, te someten. Hay formas de cooptación brutales. Se te olvida de pronto que estás en el periodismo para hacer la crítica del poder y terminas durmiendo el sueño de las almorranas en un lugar oscuro y húmedo. El poder y el poderoso inciden en arbitrariedades, en corruptelas que lastiman a otros. (…) En este ámbito del periodismo siempre respondes a los dueños de los medios de comunicación. Yo nunca he sido dueño de un medio impreso, por lo tanto he tenido que obedecer las líneas de los dueños. Aquí lo importante es cómo conservar el espíritu crítico frente a las presiones del dueño de un medio y cómo convencerlo de que el espíritu crítico será mejor para su medio que el espíritu tapete, que el espíritu entreguista. Es un juego de creatividad. Es más importante un medio que se abre a la crítica que un medio que se cierra. Un medio crítico vale más en el mercado negro que un medio cómodo.

“Hay gente que llega a comprar medios críticos por considerables cantidades de dinero. Un medio cómodo no lo quiere la gente ni regalado. Está apestado como son los casos de Transición y de El Heraldo, nacieron siendo cómodos al poder local. ¿Cuánto pueden valer esos medios?

—¿Has sido tentado por el poder alguna vez?

“—Yo creo que todos los que nos dedicamos a este oficio, en mayor o menor medida somos tentados por el poder. Y el poder tiene distintas formas de tentarte. Hay quienes se conforman con una bailarina de table del Simpson, ubicado por ahí rumbo a la Capu. Otros se conforman con algo más: con una bailarina del Solid Gold. Otros con una cantidad de dinero mediana al mes. Otros con la cantidad mediana más un automóvil o una camioneta. Otros con alguna obra de alguna dependencia pública. Otros con una residencia de 800 metros cuadrados. Otros de plano no tienen llenadero y quieren a la niña del table, la cantidad mensual, el vehículo, la obra y la residencia.

“Todos somos tentados, sí. Pero yo, lo confieso, me quedé con la niña del Simpson. Lo tengo que admitir: me cogí a la niña del Simpson. Y con eso me conformé.

—¿Tú te has autocensurado?

“—Sí. Aunque en otra época, no. Fui demasiado audaz. Tan audaz que le toqué los huevos al poder. Le toqué los huevos a King-kong. Creeme que esa parte es tan húmeda y mal oliente que me dio miedo. Yo no quiero pasar a la historia como un periodista muerto o condenado a pasar 10 años en la cárcel por un delito fabricado por el poder. Detrás de nosotros hay varios expedientes policíacos. Denuncias sobres falsos delitos. El poder es muy vivo, muy cabrón. Te pueden inventar de la noche a la mañana que eres narcotraficante o tratante de blancas. Yo no quiero pasar a la historia como el mártir de la libertad de expresión que fue asesinado y hallado en la cajuela de su carro. O que fue atropellado cuando salía de Angelópolis. No, me gusta caminar por las calles, comer ostiones e ir al Simpson, que, por cierto, es un table tan jodido que una vez salió a bailar al tubo una chica que tenía como siete meses de embarazo. Grotesco. Terrible. Pero real. Entonces, sí me he censurado, por supuesto. Antes escribía todo lo que caía en mis manos, hoy me cuido más. Algunos le llaman a eso madurez. Yo le llamaría temor, miedo. El periodista que no tiene miedo es un periodista mentiroso. Y yo a veces tengo miedo.

—¿Hacia dónde crees que vaya el periodismo poblano?

“—Hacia la mediocridad absoluta. Creo que esta parte de la historia del periodismo poblano es de las más tristes, de las más sometidas. El periodismo poblano no está a la altura del periodismo que se hace en otras regiones del país. Creo que lo vamos a lamentar. Ahorita nos da lo mismo, pero con el tiempo, insisto, lo vamos a lamentar.

—¿Por qué crees que ha decaído el periodismo?, antes había más calidad, más empuje, más garra.

“—Cuando en los medios corren ríos de dinero… Como diría Confucio: cuando se corrompe la persona se corrompe también el lenguaje, la forma de decir las cosas. Se corrompe el estilo. El periodista puede estar en una sala de lujo, frente a una laptop de lujo, escuchando música de lujo en su estéreo de lujo –cortesía, todo, de un amigo del poder-, pero algo le va a faltar: la capacidad crítica para escribir como escribía antes, cuando era independiente y crítico. Dicen que con hambre se escribe mejor. El problema de todos los periodistas en Puebla es que tenemos el estómago demasiado cargado, hemos tragado demasiado en estos años. Cuidado porque cuando vayamos a defecar nos encontraremos con muchas sorpresas.”

Hasta aquí el fragmento de la entrevista.

Termino con dos citas de autores que admiro: Francisco Umbral y Javier Cercas.

Primero este último: “Escribo porque absolutamente nada tiene ningún sentido y sin embargo mientras escribo absolutamente todo parece tener un sentido absoluto
“Escribo porque no creo en Dios. Escribo porque en un mundo sin Dios, escribir, como reírse (pero esto lo dijo Kafka), es casi una obligación moral, o quizá metafísica. 
“Escribo porque la vida es una mierda, y los hombres, un hatajo de indeseables y de cobardes, pero cuando escribo salgo a la calle cantando canciones tirolesas… 
“(No escribo, por cierto, para que me quieran más: las personas que me quieren me querrían igual si no escribiera, y las personas que no me quieren no me querrían ni aunque dejase de escribir) Escribo para joder a los que no quieren que escriba y para alegrar a los que quieren que siga escribiendo.” 
Si uno no escribe con esa pulsión creo que está en el lugar equivocado.

Y es que el periodista no tiene por qué ser políticamente correcto.

Y viene Umbral, uno de quienes partieron en 2007:

“Una columna, aunque sea política, es un ramo de palabras que en principio tejemos en nuestro propio honor y memoria. “Escribimos para que se nos recuerde, aunque escribamos olvidando o para olvidar algo. La columna puede ser frívola, mundana, pasajera, humorística, política, grave, crítica, pero en principio no es sino eso: una corona de palabras, alegre o triste, que trenzamos cada día para que alguna vez se nos recuerde por ella. Yo he frecuentado el cinismo de decir que escribo por dinero, pero más cínico -y más verdad- es decir que se escribe para que no le olviden a uno. Mi cotidiano ramo de palabras lo llevo al periódico, pero sé que los plurales cementerios de las hemerotecas, los archivos, los ordenadores, los papeles, todos los medios de reproducción de la obra de arte -tan oportunamente estudiados por Walter Benjamin-, no sólo conservarán la esquelatura de mi prosa, sino que la multiplicarán.

“Un columnista no es sino un hombre que se lleva flores a sí mismo todos los días, pues sabe que primero -en seguida- morirá su columna, y luego morirá él, si antes no muere su memoria. (…) Todas las mañanas buscamos nuestra columna en el periódico como ratificación de que estamos -de que seguimos- vivos, y lo que encontramos es una esquela urgente que a la noche estará muerta y al día siguiente olvidada. Con el pequeño dinero que nos pagan en el periódico vamos comprando ese ramillete de cada día, cambiando de humor y estilo y tema todos los días, pues alguna de las columnas, vaya usted a saber cuál, quizá ésta, es la que quedará en la memoria de esos grandes desmemoriados de hemeroteca o de Casino que leen a los muertos con más placer que a los vivos, pues que gustan de comprobar, con cierta dulce crueldad, que el muerto se equivocó en el cambio de ministros, mientras que con el vivo nunca se sabe. (…) Hay teatro del absurdo y poema surrealista en eso de llevarse uno flores a sí mismo todos los días. Yo lo venía haciendo durante muchos años sin saber por qué ni para qué. Y hasta creía que el artículo era por ganarme la vida. Y era por ganarme la muerte.”

 

 

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