La Quintacolumna de Mario Alberto Mejía
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Los Periodistas me Hacen Llorar. Encendí la televisión para beber de las aguas del conocimiento.
El vicepresidente ejecutivo de Noticias de Televisa abrió el programa Tercer Grado y en su segundo segmento habló de un tema que ni en sus momentos más polémicos se había tratado en ese espacio: el caso Marín-Cacho.
(¿Cómo olvidarlo? Cada vez que en el pasado reciente el tema era sacado a flote por Carlos Loret de Mola –el único que al parecer nunca perdió la memoria-, los demás levantacejas manoteaban al tiempo que recitaban un “bueno, bueno, ese asunto no está a discusión”).
Por eso fue una sorpresa que los “periodistas que día a día le dan la noticia” esta vez no sólo no evadieron el tema, sino que lo abordaron con la puntualidad y agudeza que los caracteriza: es decir: con impuntualidad y gravedad.
Salvo Loret de Mola, que esta vez por fin no se topó con la censura de sus jefes, los demás se mostraron discretos, mesurados, tibios en sus comentarios.
El único que se enojó, faltaba más, fue el levantacejas menor, Carlos Marín, que cada día se parece más a Carlos Ramírez en su cinismo, oficialismo y entreguismo, los ismos más recurrentes y jodidos.
El director de Milenio –el mismo que es comparado en un spot radiofónico con unos huevos rancheros para el desayuno- se regodeó en su tesis de que los ministros de la Corte actuaron conforme a derecho y que no había forma de demostrar que Mario Marín embistió a Lydia Cacho.
Además, se exasperó ante los comentarios de Loret de Mola y evidenció un malestar que esta vez no fue secundado por el levantacejas mayor, Joaquín López Dóriga, que en el mismo spot de Milenio es comparado con unos huevos tibios.
Esta vez el teacher, como le dicen Juan José Origel y Carmen “La Corcholata” Salinas- no le siguió el juego a Marín y, curiosamente, se puso del lado de Loret de Mola.
Y hasta levantó las cejas para ser más enfático en sus juicios contra la Corte y el gobernador de Puebla.
Después vinieron los otros.
Lo que queda de Denise Maerker, la Olga Sánchez Cordero de la prensa nacional, dijo con su cara de fastidio que los ministros se habían equivocado y no le dio mayor importancia al asunto, en tanto que Ciro Gómez Leyva –llamado en el multicitado spot de Milenio como el “huevos ahogados”- dijo que ya nada le sorprendía ni le enojaba, y que el dictamen de la Corte “era lo que se esperaba” en un país como México en el que ya todos somos escépticos.
Con ese aire cansado, desganado, Gómez Leyva cerró su contribución al debate y el conductor de Tercer Grado dio por concluida la sesión televisiva, aunque Loret de Mola todavía se apropió de un minuto para manifestar su indignación ante lo ocurrido en la Corte.
¿Quién lo iba a decir?
El más joven de “los periodistas que día a día le dan la noticia” terminó siendo el más crítico, el más congruente, el más vehemente, mientras que los viejos dejaron ver cuánta razón tenían los tíos en aquello de que si a los veinte años no eres comunista, estás mal; pero que si a los cuarenta lo sigues siendo, eres un pobre pendejo.
Con esa frase en la cabeza, cambié de canal.
En Televisión Azteca, en “Shalalá”, Sabina Berman y Katia Dartigues tenían como invitados a Héctor Aguilar Camín y a Ángeles Mastretta en sus papeles de marido y mujer.
Robusto, desganado, con un whisky en la mano, el escritor contó que la pasión que se tienen, después de treinta años de vivir juntos, tiene que ver con lo que la escritora ha llamado “tibia costumbre”.
Luego relataron que él es el primero en dormirse y en levantarse, en tanto que ella es la última en hacer las dos cosas.
Víctima para entonces del insomnio, al final me quedé pensando que, como diría el Charro Negro, la vida es bien bonita, por vida de Dios que sí.
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