jueves, 1 de marzo de 2007
Enrique Doger un cobarde: Antonio Hernández y Genis
Antonio Hernández
Yo acuso a Enrique Doger Guerrero
Yo acuso a Enrique Doger Guerrero de ser un cobarde.
Durante los últimos días, cinco diferentes personas, en disímiles ámbitos y de disímbolas actividades, me han confiado que el señor Doger Guerrero ha recurrido al perverso expediente de ensuciar la memoria de mi padre, Don Antonio J: Hernández, para según él, explicar que no tengo derecho ni autoridad moral para criticarlo. Por supuesto, las personas ya mencionadas, no sólo son dignas de mi confianza, también de mi aprecio. Tengo el deber de creerles, son hombres de palabra.
El tal Doger no ha tenido empacho en tildar a mi padre, voz en cuello, de haber sido un asesino, un matón, un cacique, todo esto para descalificar las críticas que yo le he enderezado a su persona, a su conducta política y a su forma de gobernar, si es que lo que él hace se le puede llamar gobernar.
Don Antonio J. Hernández falleció hace 21 años y obviamente no puede ya defenderse de los ataques que este valiente valuarte de la política poblana le realiza, siempre en privado, nunca en público como todos los cobardes.
Por otro lado, ¿quién en su sano juicio se atrevería a culpar al hijo de alguien por las conductas que asume después de más de dos décadas de que su padre falleció? Sólo un oligofrénico. Sólo un badulaque que tiene que recurrir al sucio expediente de ensuciar la memoria de alguien para atacar a un adversario. Comportamiento digno de un capón, falto, por tanto, de testosterona y en especial de dignidad.
Me pregunto por qué hace 22 años el tal Doger no dirigió sus pasos a las oficinas centrales de la CROM en la capital del país o simplemente a media hora de aquí, a la ciudad de Atlixco, para intentar decirle a mi padre con la misma decisión, con el mismo valor que ahora lo hace, es usted un asesino, un matón y un cacique. Yo sé por qué.
Porque conocer a un hombre en toda la extensión de la palabra como lo era Don Antonio J. Hernández hubiera hecho que un pobre hombrecito, de la pequeña estatura física y moral del tal Doger, se hubiera meado, ya no digamos del susto, tan sólo por el respeto y por la autoridad que la figura que la personalidad de mi padre imponían.
En los últimos años de la vida de mi padre me convertí en su confidente, supe por ello que a sus adversarios se enfrento, siempre, con lealtad y a sus enemigos con valor y con inteligencia, pero NUNCA tuvo que recurrir al indigno método de ensuciar la memoria de un muerto, para defender su autoridad, su posición, su poder, su persona o aún sus intereses.
Esa es la diferencia entre un verdadero hombre como lo fue Don Antonio y un hombrecito como lo es el tal Doger. Qué pena, qué agravio que alguien con este talante sea quien gobierne la capital de nuestro estado.
Así como los hijos del tal Doger no son responsables de la indigna conducta de su padre, Don Antonio tampoco lo es de la mía, y menos después de morirse hace más de 20 años.
Él, mi padre, ya no puede defenderse por obvias razones, pero yo estoy aquí para hacerlo. Por tanto, deseo enviarle desde aquí un mensaje al señor Doger: ciudadano presidente, así con minúsculas, estoy a sus órdenes para lo que usted disponga, si es que después de todo lo que he escrito todavía puede disponer algo.
ahernandezyg@yahoo.com.mx
Comentarios a Antonio Hernández:
ahernandezygenis@intoleranciadiario.com
foto: Dr. Enrique Doger Guerrero
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1 comentario:
muchos huevos hernández, felicidades
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